Todo que sigue igual (*)

Cae la tarde. A medida que el cielo va tomando cálidas tonalidades la gente del barrio regresa a sus casas. Caras estiradas, cuerpos tensos, el cansancio se les dibuja en cada parte del cuerpo. Martín, el obrero de fábrica, camina lentamente la subida. Está deprimido. Cabizbajo, piensa cómo hará para continuar manteniendo a su familia. Sigue la marcha, hay que apurarse, después - en la noche- el barrio se pone peligroso.

Cuando le faltan dos casas para llegar a la suya la vieja, que viene de la bodega, le sale al encuentro.

- Hola viejo - lo saluda, y aunque por la expresión de su rostro ya intuye la respuesta, igual le pregunta: ¿Cómo te fue?

- Mal vieja, mal, tendremos que esperar de nuevo.

Ya han entrado a la casa y continúan conversando. Todo va a salir bien viejo, le ha dicho la vieja, que ante todo interpone ese amor profundo por Martín, el hombre, el esposo, aquel que desde hace tantos años es el dueño de su vida.

El hijo mayor, que tras la puerta ha estado escuchando, no se atreve a salir. Le da pena por su padre, el pobre, tantos años, igualito, desde que tiene uso de razón, su padre el obrero, pasando trabajo en esa fábrica, parece un burro llevando palo, pero en parte quién lo manda, para que tuvo tantos hijos. Seguro que lo botaron, sólo eso faltaría.


Esa noche cenan callados, casi sin mirarse las caras; el hijo ve su plato, el padre hace lo propio, mientras los niños se entretienen jugando con la comida. La vieja, firme y serena, le sienta una fulminante mirada a Mariíta, la más pequeña y díscola de los cuatro hermanos, para que no siga, dándole a entender - como siempre se lo dice- que Dios castiga eso. Al fin el silencio se rompe y es Martín el que habla, se dirige a su hijo mayor.

- Juan, debes saber que no me dieron el aumento de sueldo...

El hijo que no contesta, no sabe qué decir, qué cara poner, mentira que sí lo sabe, pero no se atreve a decirle a su padre, mira viejo tonto, cuándo te vas a salir de esa fábrica, ahí lo que están es explotándote.

-Pero tranquilo hijo, en poco tiempo lo conseguiré.

Y el tiempo ha pasado, la misma subida, cae la tarde, el hombre que vuelve a su casa, cabizbajo, de la misma fábrica, con el mismo sueldo, con paso apurado, porque en las noches el barrio se pone peligroso.

* Escrito originalmente el 19/02/1998. Encontrado en una carpeta y transcrito (con unas pocas modificaciones) al blog el 31/07/2016.

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